Existen
una infinidad de películas que tratan el tema de la educación, desde Rebelión en las Aulas hasta Mentes peligrosas. Profesores
progresistas, alumnos rebeldes y una sociedad conservadora que limita el
desarrollo óptimo de los estudiantes y de la labor del docente son los
principales ingredientes de este tipo de filmes.
En
esta entrada me gustaría hablar de dos películas en las que se incluyen los
aspectos anteriormente nombrados y entre las que existe un paralelismo más que
evidente. Por un lado la reconocida El
club de los poetas muertos, que cuenta la historia de un grupo de alumnos
que, en un colegio elitista y conservador de los años 50, descubre el valor de
la poesía y la importancia de aprovechar el momento y de alcanzar los sueños
gracias a las enseñanzas de su excéntrico profesor de literatura.

Por
otro lado una versión femenina de la anterior como La
sonrisa de Mona Lisa, también
ambientada a mediados del pasado siglo, muestra la lucha de una profesora de
historia del arte por conseguir que sus alumnas aprovechen las oportunidades
que les surgen para emanciparse y alcanzar sus metas y no queden ancladas en los patrones que les ofrece a las mujeres
la sociedad tradicional y conformista de la época.

Ambas
son un ejemplo de cómo una sola persona, un “simple docente” es capaz de dar un
vuelco a las mentes de sus alumnos, de enseñarles de verdad aunque sea pasando
por encima de las reglas establecidas por la sociedad y aunque los resultados
de esta lucha no sean inmediatos y parezca que no se ha conseguido nada.
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